martes, 23 de marzo de 2010

SERIE PUROS CUENTOS (VIII): "BIBLIOTECA ADYAR"

"NUEVE MIL SETECIENTOS KILÓMETROS A TRAVÉS DE LA INDIA"
SERIE PUROS CUENTOS
Parte VIII

“Biblioteca Adyar”


__ Tome, le recomiendo que consulte este otro, le dijo el hombre aquel, hablándole en voz baja cerca del oído.


__ ¿Debo llenar una boleta adicional?, preguntó el viajero de inmediato, mientras tomaba entre sus dedos el pequeño libro que tenía enfrente.


__ No, no es necesario. Yo lo he hecho ya por usted, le contestó lacónicamente, mientras giraba sobre sus talones y se dirigía de nuevo hacia su asiento.


Aquella mañana la biblioteca tenía pocos visitantes. Apenas tres usuarios consultaban en silencio y dispersos en medio de aquel salón, que a esa hora se mostraba inundado por una radiante luz solar que penetraba por los cristales de los ventanales. A pocos pasos de los muebles antiguos de caoba que contenían en su interior los ficheros, se encontraban unos pequeños escritorios, también de madera, ocupados por dos mujeres, una de ellas de edad algo avanzada y la otra muy joven. Ambas se dedicaban diligentemente y en completo silencio a revisar, ordenar y reconstruir tarjetas con información bibliográfica, y de vez en vez, a orientar e informar a los escasos visitantes. Aquel salón de lectura no era muy grande, había sido construido para albergar en un mismo momento quizá a un número no superior a las treinta y cinco personas.

El ambiente predominante en aquella biblioteca era de sobriedad absoluta, como casi en todas las salas de ese tipo. Las blancas paredes lucían semi-desnudas y eso hacía un perfecto contraste con los pulcros y brillantes cuadros negros y blancos del piso esmeradamente encerado.
Un par de horas después el viajero continuaba completamente absorto realizando anotaciones en su cuaderno. Mientras tanto el hombre que previamente le había entregado aquel libro de consulta, se aproximó de nuevo hacia él y en completo silencio, deslizó bajo la libreta de su amigo un trozo de papel con una frase anotada en el centro. El viajero la tomó entre sus manos y tras leer aquellas palabras se levantó de inmediato, caminando detrás de su nuevo amigo hacia la puerta externa de la sala.


__Tómese un pequeño descanso, le dijo el hombre, empleando un tono amable y disuasivo.


__De acuerdo, quiero aprovechar el paréntesis para preguntarle algo que acabo de encontrar en el libro que usted me entregó, dijo el viajero.


__Está bien…Caminemos un poco y aprovechemos el aire puro que abunda en este sitio hermoso, le contestó el hombre, mientras con un rápido ademán le señaló una larga y estrecha alameda, la cual parecía una enorme y angosta serpiente blanca en medio de las espesas y verdes entrañas de aquel inmenso bosque.


__ ¡¿Así que este sitio fue donde Krishnamurti vivió muchos de sus años de niñez y adolescencia?!, se escuchó decir al viajero, mientras levantaba la vista para observar la copa de una gigantesca Ceiba que encontraron a un lado de la estrecha senda. En la parte de abajo muy cerca de las raíces de aquel inmenso y frondoso árbol, se podía ver un pequeño letrero, el cual decía; “México”.


__ Aquí cada país está representado por un árbol…algunos de los cuales son realmente enormes, como este…dijo el hombre, como leyendo la mente del viajero y anticipándose a su próxima pregunta.


__ ¡Este sitio es enorme, debe tener muchas hectáreas de extensión!, exclamó el viajero. Es increíble que este lugar tan apacible y con tanto oxigeno puro exista en medio de una ciudad tan bulliciosa y contaminada como Madrás, dijo el viajero, un tanto asombrado.


__ ¿Qué iba a preguntarme acerca del Dr. Relé?, se escuchó preguntar al nuevo amigo del viajero, un hombre de aproximadamente unos sesenta y cinco años de edad, oriundo de aquella ciudad y de profesión ingeniero, en estado de retiro o semi-retiro.


__ Es sorprendente esa hipótesis acerca del nervio vago derecho. Es la primera vez que yo encuentro una explicación tan concreta y tan verificable desde un punto de vista científico, dijo el viajero, disminuyendo drásticamente el ritmo de su andar.


__ Cuando usted vuelva de su viaje a Puthaparti, la próxima semana, llámeme para concertar otro encuentro y le explicaré los detalles del asunto, dijo aquel hombre. Mientras tanto, le aconsejo que intente concentrarse más en los centros superiores. Si ella llegara a activarse abruptamente, buscaría de inmediato subir y salir por la parte de arriba, y si usted no está preparado, si ella encuentra obstáculos allí, entonces puede matarlo de manera fulminante…tenga cuidado…dijo aquel hombre.


__ A propósito, ¿Es cierto que Krishnamurti estuvo varias semanas enfermo a causa de ella? ¿Es cierto eso que se contó de él, que casi lo puso al borde de la muerte?, inquirió el viajero con cierto tono de curiosidad en su voz.


__ Tenga cuidado. Ya le digo, tenga cuidado… repitió nuevamente el hombre aquel.


Fin/
Sergio Barrios E.

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