viernes, 3 de junio de 2011

De la Serie Puros Cuentos: Capitulo XX: "SARNAT"

Kultur-Tulum:


NARRATIVA Y CUENTO CORTO:


De la Serie Puros Cuentos: “9, 760 Kilómetros a través de la India”.

Parte XX: “SARNAT”


Un día antes de partir hacia Nepal, el viajero quiso pasar en Sarnat las primeras horas de su última mañana, por lo que ese día se levantó muy temprano para dirigirse a esa localidad, situada a unos treinta kilómetros de Varanasi.


Al nomás arribar al sitio elegido, una amplia explanada rodeada de hermosos y gigantescos árboles, notó algo extraño. Pudo observar a un pequeño grupo de cinco monjes, que rodeaban a una sexta persona, un yogui sentado en medio de ellos y quien al parecer era una especie de maestro venerable.


Aquellos monjes que lo encerraban dentro de tal círculo parecían ser sus discípulos. Todos estaban sentados en posición de yoga sobre la grama y en completo silencio. A diferencia de sus seguidores, el maestro tenía los ojos cerrados y todo parecía indicar que se encontraba en estado de profunda meditación.


Movido por una intensa curiosidad el viajero se acercó al grupo de místicos, y cuando estuvo a unos cuantos pasos de ellos, se detuvo y se animó a dirigirles algunas palabras.


__ Hola ¿Cómo están ustedes?


__ Muy bien, fue la respuesta lacónica que obtuvo de parte del más joven.


__ ¿Qué hacen?, preguntó de nuevo el turista.


__ Esperamos a que el Despertado retorne, contestó otro de ellos.


__ ¿Retorne de dónde?, preguntó intrigado el viajero.

__ Del nirvana, contestaron todos al unísono.

__ Ah, he oído antes esa palabra… pero en realidad eso no existe, se escuchó decir al turista.

__ No se puede decir que una cosa no existe sólo porque los tontos no la perciben, contestó de inmediato otro de los discípulos.

__ Está bien, pero si ese tipo de éxtasis en verdad existe, ¿para qué sirve?, inquirió el viajero.

__ El Despertado dice que es la única forma de liberarnos del sufrimiento…contestó el de mayor edad.

__ Pero el éxtasis es gozo y supongo que cuando vuestro maestro retorne de nuevo a la realidad, se sentirá de nuevo en la condición miserable de todos los humanos, ¿o no?, dijo el turista.

__ Usted está equivocado, el nirvana no es gozo, se escuchó terciar al más joven de los discípulos.

__ ¿Y entonces qué es?, preguntó el viajero, mientras arqueaba las cejas.


__ El nirvana es extinción, contestó de forma escueta aquel joven de cabeza rapada y largas ropas monacales.

¿Extinción de qué?, inquiro de nuevo el turista.

__ Extinción de la percepción binaria y condicionada de la realidad, respondió el mayor de ellos.

__ No comprendo. ¿Qué quiere usted decir con ello?, se escuchó preguntar de nuevo al viajero.

__ Se trata de sobrepasar el nivel de la experiencia humana profana…de reintegrar el nivel de lo condicionado, contestó aquel monje.

__ Se trata de la experimentación permanente de la irrealidad de la materia, dijo el más joven, terciando en aquella plática.

Justo en ese momento el maestro pareció volver a su estado normal y abrió los ojos. De inmediato los discípulos corrigieron la estricta posición vertical de sus espaldas, mientras el viajero quiso aprovechar la ocasión para interrogar al mentor espiritual.


__Dígame una cosa ¿Cómo es ser un Despertado? Preguntó con sincera ingenuidad el viajero.


El maestro únicamente levantó su mirada hacia el rostro de aquel turista, pero permaneció en silencio, sin responderle nada. Se hizo entonces un incomodo mutismo que solamente fue interrumpido por uno de aquellos monjes.

__ Si el Buda no quiere hablar del Liberado es porque el sabe que nada exacto se pude decir sobre el Despertado… todo lo que pueda expresarse sobre el nirvanado es que no pertenece a este mundo…respondió el mayor de los discípulos.

__ ¿Buda?, alcanzó a repetir y preguntar el viajero.


En ese preciso instante el turista escuchó como su propia pregunta rebotaba en sus oídos. Despertó y se percató que estaba hablando dormido. Apenas cambió levemente de posición descubrió que su cuerpo estaba bañado en sudor. Encendió la luz de su habitación y constató que eran las tres de la madrugada. Recordó entonces que ese día muy temprano visitaría Sarnat, el sitio sagrado donde el Buda dio su primer discurso luego de alcanzar la iluminación.

Fin

Sergio Barrios E.


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lunes, 18 de abril de 2011

NUEVE MIL SETENCIENTOS KILOMETROS A TRAVES DE LA INDIA: Serie Puros Cuentos: Capitulo XIX: ¿Psicoanalsis o Meditacion?






Kultur-Tulum:


NARRATIVA Y CUENTO CORTO:


De la Serie Puros Cuentos: “9, 760 Kilómetros a través de la India”.



Parte XIX: “¿Psicoanálisis o meditación?”


Al ver que aquella conversación entre el viejo gurú y el viajero se iba tornando cada vez más tensa, el muchacho que hasta ese momento había permanecido en silencio, escuchando con atención, se inquietó y poniéndose en pie se dirigió a su maestro.

__Mi “holy man”, tenemos que irnos ya, se escuchó decir al púber.

__Espera un momento, sólo déjame decirle una última cosa al amigo…pues no creo que volvamos a verlo de nuevo, dijo el viejo.

__Dudo mucho que nos volvamos a encontrar, estoy en camino hacia otras regiones…dijo el viajero, haciendo un esfuerzo por disimular su molestia.

__Bueno, de ser así, lo felicito. Vino usted a una tierra donde hay mucho que ver, escuchar y aprender. Ahora bien, antes de que nos despidamos quiero hacerle una pregunta más, y por sobre todo, deseo que usted sepa que no ha sido mi intención contradecirlo o fastidiarlo, dijo el gurú.

__No se preocupe, no estoy molesto. Ahora bien, ¿Cuál es la última cosa que desea preguntarme?, dijo el turista, empleando ahora un tono de voz más cordial y sereno.

__ ¿Porqué razón cree usted que el psicoanálisis es superior a la meditación?, preguntó el viejo, sin más preámbulo.

__ Lo que sucede es que la meditación es un ejercicio superficial que se limita a buscar el control de los pensamientos, mientras que el psicoanálisis busca hacer consciente lo que permanece encerrado en el inconsciente, es decir, su objetivo es mucho más profundo y de mayor alcance, usted me entiende, ¿verdad?, respondió el viajero.

__ Ajá, muy bien, comprendo mejor ahora su punto de vista. Sin embargo, no lo comparto, pues debo decirle que su apreciación está basada en un prejuicio, muy occidental por cierto, respecto a lo que es en realidad la meditación, dijo el viejo.

__ ¿Y qué es en realidad la meditación?, preguntó el turista.

__ Preferiría explicarle que cosa no es la meditación…por ejemplo, no es control de la mente como usted dice, y mucho menos concentración, respondió el gurú.

__ Entonces, según ustedes aquí en la India, ¿Qué cosa en realidad es la meditación?, preguntó de nuevo el viajero.

__ Meditación es un estado especial del Ser, un estado o nivel de conciencia no ordinario, dijo el viejo.

__ ¿Un estado especial del Ser?, repitió el turista, mientras fruncía el ceño.

__ Así es, un estado especial de la conciencia en la cual la personalidad no está sujeta a la tiranía del ego, respondió el gurú, mientras sus ojos irradiaban una refulgencia que asombró a su interlocutor.

__ ¿Y sólo eso?, se escuchó decir al viajero, con un cierto tono de displicencia, como queriendo esconder su sorpresa ante la lucidez de aquel hombre.

__ ¿Y le parece a usted poca cosa lo anterior?, preguntó el viejo, dibujando una discreta sonrisa debajo de su tupida barba.

__ No, no, perdón, no quise ofender. Sólo preguntaba si hay algún otro objetivo importante detrás de la meditación, respondió con inusual timidez el viajero.

__ Los que la practicamos a profundidad buscamos trascender la maya, la ilusión o espejismo de la realidad…y ello es considerado así por nuestros ancestros desde hace miles de años, pues el mundo real no participa del Ser, porque la realidad, que es pura ilusión, no es otra cosa que devenir, temporalidad, devenir cósmico, sin duda, pero devenir histórico…mientras que el Ser es intemporal, dijo el viejo gurú.

__ “Sarvam dukham, sarvam anityam”, se escuchó de pronto exclamar al jovencito, interrumpiendo la conversación.

__ ¿Qué dijo el niño?, preguntó el viajero, con evidente curiosidad.

__ “El mundo material carece de realidad inmanente”, eso es lo que dijo, respondió el viejo.

Al escuchar estas palabras el viajero se quitó la mochila de la espalda, y bajándola la volvió a poner en el suelo. Extrajo un pañuelo rojo del bolsillo trasero de su pantalón, se secó la frente, y con un nudo en la garganta quiso despedirse, pero de pronto se le cruzó en la mente una pregunta y no quiso quedarse con ella.

__ Dígame una cosa, ¿Cómo sabe un meditador que ha llegado a perfeccionar la práctica?, preguntó el turista.

Es muy sencillo. Cuando usted alcanza el samadhi, entonces ha llegado a la meta, respondió el gurú.

__ ¿Samadhi?, repitió el viajero, a modo de pregunta.

__ Así es. Nosotros aquí en la India también le llamamos el asamprajnatasamdhi, por medio del cual el yogui trasciende los contrarios y reúne en una experiencia única lo vació y lo desbordante, la vida y la muerte, el Ser y el no Ser.

__ Todo ello suena un tanto complicado, ¿no es así?, se escuchó decir al viajero.

__ No, quizá no. El samadhi en realidad ayuda a realizar un sueño que obsesiona al espíritu humano de todos los lugares desde tiempos inmemoriales…coincidir con el todo, recobrar la unidad, rehacer la no-dualidad inicial, abolir el tiempo y la creación…se escuchó argumentar al viejo.

__ Ah, ya entiendo…usted se está refiriendo a la preocupación seminal de los filósofos occidentales de todas las épocas…abolir la bipartición de lo real en objeto-sujeto…trascender las limitaciones del pensamiento binario, ¿no es así?, dijo el turista, deponiendo por fin sus resistencias.

__ En efecto, tiene usted razón. Veo que empezamos a entendernos…aunque sea al final de nuestra charla. Por eso mismo que usted acaba de mencionar, es que el problema central que se plantea el budismo es el sufrimiento que se deriva de esa bipartición de lo real, y la necesidad y posibilidad de liberarse del mismo, respondió el viejo.



Fin del capítulo XIX.



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Sergio Barrios Escalante.

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martes, 5 de abril de 2011

Capítulo XVIII: DIÁLOGO SOBRE PSICOANÁLISIS A ORILLAS DEL GANGES

Kultur-Tulum:


NARRATIVA Y CUENTO CORTO:


De la Serie Puros Cuentos: “9, 760 Kilómetros a través de la India”.



Parte XVIII: “Diálogo sobre psicoanálisis a orillas del Ganges”




__ ¿Qué me decía usted acerca de su capacidad de autocontrol?, preguntó el viejo al turista.

__ Bueno, nada…debo admitir que el mendicante me sacó de mis casillas…pero es que esa agua sucia…respondió el viajero.

__Esa agua sucia la echó el pobre saddhu encima de su cabeza, pero ya veo que usted ha hecho algo peor, ya que por lo visto en su caso la ha echado adentro de su cabeza…olvídelo ya…respondió el viejo.

__ Sí, creo que usted tiene razón, olvidemos ya ese incidente, se escuchó decir al viajero un tanto avergonzado por la lección que estaba recibiendo.

__ Me parece que usted mencionó la palabra psicoanálisis, ¿no es así?, preguntó el viejo.

__Así es, respondió en forma lacónica el viajero.

__ ¿Qué busca usted en ella?, lanzó el viejo a boca de jarro aquella interrogante.

__ Conocerme un poco mejor…autoconocimiento, respondió escuetamente el turista.

__ ¿Ya probó usted la meditación?, se escuchó preguntar al viejo.

__ No, sólo he escuchado de ella, pero no me convence…no es el método adecuado para los occidentales…respondió el viajero con cierto dejo de superioridad en su tono de voz.

__ ¿Por qué dice tal cosa?, preguntó el viejo.

__ El psicoanálisis es una creación de Occidente hecho para la mente occidental…no se vaya usted a ofender, pero considero que cada cultura crea sus propios instrumentos, idóneos con su naturaleza…respondió el turista.

__ ¡¿Quién dijo semejante disparate?!, se escuchó decir al viejo, hablando de manera calma, sin alterar de manera ostensible su suave tono de voz.

__¡¿Disparate?!, expresó el viajero, levantando la voz y con el rostro enrojecido por la cólera.

__ Así es mi amigo. Y ahora yo soy el que le pide por favor que no se vaya a ofender con lo que voy a decirle, dijo el viejo.

__ Ajá, lo escuchó, respondió el viajero, observando con notorio énfasis su reloj, como para señalar su impaciencia e incomodidad ante aquella conversación.

__ El psicoanálisis surgió aquí mismo en esta vasta región del Asia Central, incluyendo lo que ahora es India y China… de eso hace miles de años, dijo el viejo.

__ Eso no es lo que yo he aprendido en la universidad, respondió el viajero, en un tono ya más tranquilo, intentando apaciguar su malestar.

__Bueno, lo siento, pero usted debe saber que las universidades no tienen sino unas pocas gotas de todo el océano de sabiduría existente ¿no le parece?, respondió el viejo.

__ El psicoanálisis surgió con Freud, él es su padre, dijo el turista, mientras fruncía el ceño.

__ No, no, no, mi amigo, que bueno que vino usted a la India, para quitarse de encima parte de la basura que le dieron en la universidad…el psicoanálisis es mucho más viejo…y fíjese, para no ir tan atrás en el tiempo, y para dar un ejemplo dentro del propio Occidente que usted tanto referencia, el propio Nietzsche, que era contemporáneo de su héroe Freud, reconocía que ningún occidental le había enseñado tanto de psicología como Dostoievsky…por no hablar de la profundidad psicológica que resumen las obras de Shakespeare… dos siglos atrás, siguió diciendo el venerable gurú.

Por unos instantes el viajero no supo que responder. Enmudeció momentáneamente mientras sentía que un grueso nudo de saliva se le atoraba en la garganta. Por fin reaccionó y sólo atino a decir: “Bueno, quizá sea cierto, pero de todos modos surgió en Occidente…”

_- Vaya, vaya, mi amigo, veo que usted es un poco cabecita…le terminaré de redondear la idea, para que no le quepa duda, dijo el viejo.

__ Está bien, lo escuchó pero sea breve, pues debo marcharme, respondió el turista, observando con insistencia su reloj.

__ No se preocupe. Se lo diré en tres palabras. Mire, en realidad el psicoanálisis nació de la alquimia…dijo el viejo.

__ Bueno, entonces, se da cuenta de su equivocación…pues la alquimia nació en el hemisferio occidental ¿No es a Occidente de todas formas a las que pertenece el antiguo Egipto y Grecia, las cunas de la alquimia?, respondió el viajero, con un mal disimulado tono irónico.

__ ¿Quién dijo eso?, preguntó a secas el viejo.

__ Jung, Carl Jung, respondió el viajero.

__ Ha, bueno, y dígame una cosa, amigo mío, ¿de dónde cree usted que Jung aprendió tanto acerca de alquimia?, se escuchó preguntar al viejo.

__ El aprendió todo ello de las numerosas corrientes psicológicas occidentales…respondió el turista.

__ Me temo amigo que a usted todavía le hace falta información respecto a estas cosas. Veo que no se ha enterado muy bien de las fuentes originales de donde Jung bebió su sabiduría sobre la relación entre alquimia y psicología, dijo el viejo.

__ Con eso no me dice usted nada…explíquese un poco mejor, respondió el viajero.

__ ¿Ha oído usted acaso hablar acerca de Richard Wilhelm?, preguntó el viejo.

__ No, nunca, no se quién es o quién era, respondió el turista con desenfado.

__ Él es el autor de “El Secreto de la flor de Oro”, la obra escrita a inicios del siglo XX sobre alquimia oriental, la cual puso a Jung en marcha rumbo al entendimiento de las claves principales de la alquimia, dijo el viejo.

__ ¿Y…? se escuchó decir al viajero, mientras arqueaba las cejas y levantaba sus hombros. No se nada de él, pero de todos modos por el apellido se nota que se trata de un occidental… ¿no es así?, dijo el viajero.

__ Así es, tiene usted razón en cuanto al apellido. Pero lo que veo que usted ignora es que él hundió su larga investigación de décadas en los profundos conocimientos de la cultura China e hindú, respondió el viajero.

__ Bueno, puede ser…pero de todos modos, esos conocimientos fueron tomados por ese autor en fecha relativamente reciente, según usted mismo dice..y en términos históricos es mucho más antiguo el archivo de la desaparecida biblioteca de Alejandría, que era la más vasta y completa recopilación de alquimia… y como le digo, occidental, dijo el viajero.

__ Volvemos a lo mismo… ¿de dónde cree usted que Alejando Magno sacó toda esa información que luego puso en los anaqueles de esa famosa biblioteca de la antigüedad?, preguntó el viejo.

__ Supongo que lo obtenía de los lugares por donde transitaba con sus campañas militares de conquista…respondió el turista.

__ Así es mi amigo, en eso está usted en lo cierto. Y por casualidad, ¿sabía usted acaso que fue de Oriente Próximo y Oriente Medio la región de donde provino la inmensa cantidad de material que él obtuvo acerca de la alquimia?, se escucho decir al viejo.

__ Debo retirarme en este momento. Esta conversación no conduce hacia ningún sitio…dijo el viajero en tono molesto, mientras se ponía intempestivamente de pie.


Fin capítulo XVIII


Sergio Barrios E.


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viernes, 25 de febrero de 2011

NARRATIVA Y CUENTO CORTO: SERIE PUROS CUENTOS: NUEVE MIL SETECIENTOS KILOMETROS A TRAVES DE LA INDIA: Cap. XVII: GANGES




Kultur-Tulum:


NARRATIVA Y CUENTO CORTO:


De la Serie Puros Cuentos: “9, 760 Kilómetros a través de la India”.



Parte XVII: “GANGES”

Una de las primeras cosas que hizo el viajero al nomás llegar a Varanasi, fue adentrarse por las estrechas, sinuosas e interminables callejuelas de la ciudad, formadas por una abigarrada multitud de vetustos edificios, en cuyas oscuras y míseras entrañas sus desorbitados ojos observaban a numerosas familias apiñadas en el suelo, trabajando codo a codo mujeres, niñas, niños y ancianos. Todos ellos ocupados en las hilanderas artesanales. “Estas escenas de trabajo infantil parecen sacadas de la edad media europea”, pensaba el viajero para sí, mientras caminaba sudoroso cargando su pesada mochila.

__ ¿Ganges?, ¿Ganges?, dijo aquél hombre a un púber que se le atravesó en el camino, haciéndole señas con las manos para indicarle que buscaba el famoso río sagrado.

__ Yes mister, is over there, contestó de inmediato el muchacho, señalando con su dedo índice hacia el final de un transitado callejón.

__ Thank you, dijo el viajero, en muestra de agradecimiento, siguiendo de inmediato su camino.

__ ¿Where you come from?, preguntó el muchacho, antes de que su interlocutor se alejara de él.

__ I am from America, from Central America, contestó el apresurado turista.

__Ah, entonces usted habla español ¿verdad?, se escuchó decir al joven con apariencia aún infantil.

Así es, pero ¡Caramba!, ¿es acaso que tú sabes hablar español?, preguntó el viajero, muy intrigado.

__ Un poquito señor, un poquito, contestó tímidamente el muchacho.

A partir de ese momento aquél niño y el viajero se hicieron amigos, y mientras caminaban juntos hacia “Brindhabam”, la entrada más cercana que conducía hacia la orilla más próxima del Ganges, charlaban amenamente, como si tuviesen años de conocerse.

Al llegar al final del callejón subieron rápidamente por unas escalares, las cuales los condujeron hacia un enorme boquete situado en mitad de un inmenso muro, y al atravesarlo de inmediato los ojos del turista se vieron sorpresivamente inundados por un extenso y apabullante panorama. Tuvo entonces frente a él una inmensa serpiente, cuyas aguas en el en el primer instante le recordaron el chocolate, por su turbio color.

Aquel inmenso río estaba acompañado en una de sus orillas, del lado adyacente a la ciudad, por numerosos peregrinos tan viajeros como él mismo, provenientes la mayoría de ellos de muy lejanos rincones de la India. Vio entonces como mientras unos se bañaban en las orillas del afluente, otros sencillamente permanecían sentados en la ribera, entonando cánticos místicos, formados en pequeños grupos y en actitud reflexiva.

__Espéreme aquí un momento, ya vuelvo, dijo el muchacho, haciéndole señas al turista para que se sentará en las gradas de concreto que estaban muy cerca de las márgenes del río.

De manera casi automática y sin pensar mucho, el viajero colocó su mochila en el suelo y se sentó a descansar, esperando el regreso de su amiguito. Mientras tanto, aquél espectáculo arrobador le hacía contener la respiración. Alzó su vista hacia el horizonte para ver el sitio del cual venía el río y donde éste terminaba, pero fue inútil. Excepto el color del agua, le pareció que estaba frente a un enorme brazo marítimo, extenso, profundo, infinito, insondable.

Sólo pudo constatar que en una de las riberas se encontraba de manera paralela una larga fila de muros, casas y edificios, mientras que en la otra orilla no había más que selva y vegetación tupida: un frondoso y extenso bosque que con su inhóspito manto verde se perdía en el lejano horizonte.

__Señor, señor, le presento a mi “holy man”, escuchó de pronto el viajero, sacándolo de su estado contemplativo.

Era la voz aguda del muchacho que a sus espaldas se aproximaba hacia él, acompañado por un anciano.

__ Mucho gusto, se escuchó decir de inmediato al viajero, mientras se ponía de pie para saludar al viejo que acompañaba al muchacho.

__ Hola, el gusto es mío, dijo el anciano, cuya tímida sonrisa apenas se notaba tras una tupida barba y largo bigote entrecano.

__ Ahora comprendo porque su pequeño discípulo habla español, respondió el viajero, asombrado por escuchar de nuevo a un segundo hindú hablar en castellano.

__ Siéntese, respondió el anciano, haciendo un gesto amable con las manos.

El viajero se sentó de nuevo, observando con disimulo el desnudo torso de aquel anciano, cuyo abundante sudor hacía resplandecer el color bronceado de su piel. Mientras tanto, el niño siguió el ejemplo del turista y se sentó a la par de él, al tiempo que el viejo procedía a deshacer con una veloz destreza los nudos de su larga cabellera, que al quedar completamente suelta caía hasta el piso, cubriendo varias gradas.

__ ¡Vaya, jamás había visto una cabellera tan larga!, exclamó el viajero.

__ Son apenas tres metros y medio… Esto no es nada, usted todavía no ha visto otras…respondió el viejo.

__ ¿Qué hará usted con ella?, preguntó el asombrado turista.

__Voy a lavarla…lo hago aquí mismo cada tres años, respondió el anciano en tono sereno y pausado, mientras se sentaba a la par del muchacho.

__ Mi “holy man” puede leerle la mano, dijo el niño, dirigiéndose al viajero.

__El turista únicamente se limitó a mirar al muchacho, mientras en silencio se secaba el sudor de la frente con el dorso de la mano.

__No, yo no soy un charlatán más, dijo de inmediato el viejo, sin perder la compostura.

__Yo no he dicho nada, contestó rápidamente el viajero, sorprendido por la perspicacia de aquel hombre.

__Cierto, no lo dijo pero lo pensó en este instante, respondió el anciano.

__Vaya, veo que usted no solamente lee la mano… dijo el asombrado turista.

__ ¿Qué lo trae a la India?, se escuchó preguntar al anciano.

__Nada específico, pura curiosidad nada más…respondió el viajero.

__Mucha gente viene acá en busca de alguien que les ayude a conocerse a sí mismos, dijo el viejo.

__Quizás, pero no es mi caso. Yo he empleado por muchos años el psicoanálisis, y eso me ha dado muy buenos resultados, respondió el viajero.

__Pensé que usted era otro más de esos que andan por acá en busca del auto-control, se escuchó decir al anciano.

__No, no, que va, yo hace mucho pase por esa etapa…mi autodominio es muy bue…

En ese preciso instante el viajero interrumpió abruptamente su alocución, levantándose violenta y agitadamente de su asiento, al sentir que su cabeza chorreaba con el agua que un mendicante desconocido le había escurrido por detrás.

__ de nas bdag nyid don byas pa bzhin du yid… se escuchó decir en tibetano a aquél pordiosero, mientras sostenía en una de sus manos una vara con una mugrosa y húmeda gasa pegada en uno de los extremos.

__!Nei, nei, nei!, ¡estupid man!, se escuchó gritar con enojo al viajero, mientras se sacudía el pelo con un gesto de asco reflejado en el rostro.

__Es agua del Ganges, no debería usted reaccionar así, dijo con voz serena el viejo.

__Sí, lo sé…podrá ser muy sagrada para ustedes, pero es agua del río más contaminado del mundo….según lo dice Naciones Unidas…no lo digo yo, respondió el enfurecido turista.

__Está bien, está bien, siéntese y cálmese por favor, no es para tanto... ¿Qué es lo que usted me decía que había logrado con su famoso psicoanálisis?, preguntó el anciano, mientras una disimulada y burlona sonrisa se le dibujaba debajo de su abundante barba.



Fin.

Sergio Barrios E.
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lunes, 17 de enero de 2011

De la Serie Puros Cuentos: Capitulo XVI: "Mon-Tor" ("Ahora la Mente es tuya")

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NARRATIVA Y CUENTO CORTO:


De la Serie Puros Cuentos: “9, 760 Kilómetros a través de la India”.



Parte XVI: “Mon-tor” (“Ahora la mente es tuya”)


__ Pase adelante, se escuchó decir a Prabhupada, mientras hacía un gesto al hombre de bata blanca que estaba esperando justo en la puerta de esa enigmática máquina con forma tubular.

__ Mucho gusto, dijo de inmediato el Dr. Dalesh, estrechando amablemente la mano del viajero. No tardaremos más de cuatro minutos, todo será muy breve, y no sentirá usted ninguna incomodidad.

__ ¿Debo quitarme la camisa?, preguntó el viajero, mientras observaba hacia el interior de aquel aparato con su interior luminoso.

__ No, no es necesario. Solamente acuéstese en el interior de la máquina con la cabeza hacia el fondo, contestó de inmediato el Dr. Dalesh.

En silencio el viajero siguió las instrucciones y en pocos segundos ya estaba listo en el lugar y la posición indicada por el científico. En seguida el Dr. Dalesh se movió hacia un tablero electrónico que estaba sobre su escritorio, muy cerca del la máquina. Con rapidez y precisión manipuló varias teclas, al mismo tiempo que observaba la pantalla de un monitor que estaba también sobre la misma mesa de trabajo. Prabhupada mientras tanto observaba con atención las diferentes gráficas sombreadas con colores diversos que gradualmente se iban formando en la pantalla del ordenador. Por los contornos de las gráficas de inmediato reconoció que se trataba del interior del cerebro de su amigo.

Transcurrieron unos cuantos minutos, tras los cuales el Dr. Dalesh apagó la tenue luz interior que se encontraba dentro de aquel aparato. Por medio de un discreto micrófono externo que comunicaba al interior, con voz serena le ordenó al viajero que todo había concluido.

__ Observe estas graficas comparativas, se escuchó decir al médico, mientras Prabhupada se inclinaba y enfocaba su mirada hacia el monitor. Pudo constatar entonces que el monitor estaba lleno de numerosos y pequeños recuadros, ordenados en forma vertical, divididos en dos grandes columnas, una derecha y otra izquierda. En el interior de cada uno de los cuadros se veía la silueta de diminutos cráneos sombreados de colores definidos en distintas áreas. En los pequeños cráneos de la columna izquierda prevalecían ciertas sombras de color verde, mientras en los de la columna derecha los de color amarillo.

__ ¿Cómo se interpreta todo esto?, preguntó Prabhupada, al tiempo que hacía un gesto al viajero para que se acercara.

__ Vean ustedes, dijo el médico, mientras discretamente se ajustaba los lentes con el dedo índice. Los cráneos del lado izquierdo corresponden al interior del cerebro de su amigo, y los del lado derecho al de Parvati.

__ ¿Que significan esas áreas sombreadas con amarillo dentro de mi cráneo?, preguntó de inmediato el viajero.

__ Reflejan la parte del llamado cerebro superior, es decir la corteza cerebral. Se corresponde al manto de tejido nervioso que recubre el cerebro, responsable entre otras cosas a las funciones de la percepción, imaginación, el pensamiento, el juicio y la toma de decisiones, explicó el Dr. Dalesh.

__ ¿Y el color amarillo en los cerebros del lado izquierdo?, preguntó de nuevo el viajero.

__ Refleja exactamente la misma área que la suya, dijo el médico, mientras esbozaba una discreta sonrisa, como si estuviese preparando alguna sorpresa para aquel viajero curioso.

__ Pero las áreas amarillas son más extensas y gruesas que las mías, dijo con vos de asombro, mientras miraba con atención al médico, en espera de una rápida respuesta.

Por unos instantes se hizo un breve silencio en aquel laboratorio universitario. Sin decir nada el Dr. Dalesh se levantó lentamente de su escritorio, y se dirigió hacia un pequeño mueble de caoba que estaba a pocos metros de allí, abrió una de las gavetas y de su interior sacó un libro, en cuya portada se veía el rostro amable de un hombre de edad avanzada.

__ Esta es la razón de la diferencia, se escuchó decir al Dr. Dalesh, clavando su mirada en los ojos de aquel hombre, mientras alargaba su brazo para poner el libro en manos del viajero.

__ Parvati y la meditación en los monjes budistas, leyó en voz alta el viajero, observando con atención la portada del libro que tenía en sus manos.


Fin del capítulo XVI.



Sergio Barrios E.