martes, 22 de diciembre de 2009

SERIE PUROS CUENTOS- V- ESTACION CENTRAL


Nueve Mil setecientos Kilòmetros a travès de la India






SERIE PUROS CUENTOS -



Parte V



"Estacion Central"














Niños en Fiesta Anual de Ganesh- Calles de Nueva Delhi
"Estacion Central"

Por Sergio Barrios Escalante




“Estación Central”


Con dificultad el viajero se fue abriendo paso entre la muchedumbre aglomerada aquella mañana entre las numerosas filas desordenadas, en el interior de aquel inmenso salón repleto de ventanillas. Pasaban los minutos y las filas cada vez se diluían más sin llegar a disiparse del todo, entrecruzándose como si fuesen enormes y ondulantes serpientes.

El calor y el murmullo de centenares de voces redoblaban el ambiente denso. Al percatarse que las filas no avanzaban el viajero decidió abrirse paso hacia delante hasta conseguir llegar frente al encargado de la ventanilla que a él le interesaba.

__ Se nos cayó el sistema. No venderemos boletos hasta dentro de unas tres o cuatro horas. Será mejor que regrese por la tarde, fue la respuesta que brindó aquel hombre sentado detrás del vidrio.

Sin decir una palabra, el viajero se detuvo en silencio por unos instantes, haciendo girar su mirada en un ángulo completo de 180 grados, mientras se secaba el sudor de la frente. Vio entonces como algunas mujeres y niños esperaban sentados en el piso, pese a lo incómodo pues este se encontraba mojado.

Ese detalle le llamó la atención al viajero por lo que preguntó al respecto a un hombre que tenía cerca.

__Desde hace un tiempo lo mantienen así desde muy temprano en la mañana, para evitar que la gente se siente o acueste allí, respondió aquel hombre, mientras se limpiaba sus bigotes negros con la punta de la lengua.

__ ¿Cuál es el problema que la gente lo haga?, se escuchó preguntar de nuevo al viajero, mientras arqueaba sus cejas.

__ Hasta hace poco tiempo muchos viajeros, especialmente los sadus y otro tipo de nómadas, solos o en grupos pequeños y grandes, acostumbraban a pernoctar durante mucho tiempo en las estaciones de trenes, respondió el hombre, mientras terminaba de devorar un trozo de pan relleno con carne de gallina. Pero, en los últimos años, prosiguió diciendo, el gobierno ya no permite eso en muchas estaciones del país.

__ ¿Qué tanto tiempo duraba esa gente en estos sitios?, inquirió el viajero.

__ A veces pasaban meses o hasta años, respondió lacónicamente.

__ ¡No le creo! contestó de inmediato el viajero.

__ Pregunte entonces a otra gente… a cualquiera de los que están aquí y le va a decir lo mismo, respondió el hombre, en un tono entre amable y displicente.

__ ¿Y dónde pernocta ahora toda esa gente?, se escuchó decir al viajero.

__ Bueno, aquí en la New Delhi Railway Station los nómadas se quedan a vivir algún tiempo en la parte de atrás de este edificio administrativo, cerca de los andenes donde se toman los trenes, respondió.

__ ¿Cómo es posible que esta gente se quede por años viviendo en una estación de paso?, volvió el viajero a insistir.

__ Lo que sucede es que algunos lo hacen por razones religiosas…van visitando distintos lugares de peregrinación religiosa y no tienen mucha prisa en llegar. Otros son hombres o mujeres ancianos, o gente adulta que viaja con toda su numerosa prole, y se quedan sin dinero antes de llegar a su destino, y no pueden continuar ni tampoco regresar.

__ ¿Y cómo hacen para sobrevivir? ¿Cómo se alimentan?, preguntó el viajero, pensando simultáneamente en salir de inmediato para constatar aquello con sus propios ojos.

__ Piden…simplemente piden limosna en las calles…respondió el hindú.

Al escuchar estas explicaciones el viajero se despidió rápidamente de su interlocutor ocasional y decidió salir de aquellas oficinas para ir a echar un vistazo a la parte externa, donde se abordan los trenes.

Luego de caminar a través de largas pasarelas de metal y acero, construidas a considerable altura y repletas de ríos de gente en sus largos corredores, entre empellones, todo tipo de olores y aromas humanos y no humanos, y escuchando distinto tipo de dialectos regionales que salía de entre los murmullos, finalmente el viajero llegó hasta la parte baja, descendiendo por unas gradas que daban acceso directo a los andenes.

A parte de los miles de niños, mujeres, hombres de todas las edades y condiciones que estaban aglomerados en los largos pasillos de concreto, algunos en aparente espera de abordaje otros no se sabía muy bien…sentados en esa particular posición que sólo a ellos les parece cómoda, y otros acostados o de pie, al viajero de inmediato le llamó la atención un par de trenes que en ese momento estaban recibiendo y acomodando pasajeros.

Lo sorprendió la notoria modernidad de esas gigantescas bestias metálicas. No eran ultra-modernos como los trenes que hay en Europa, pero tampoco eran las vetustas tortugas de hierros ennegrecidos que desde niño el viajero había observado en la televisión, los periódicos y en el cine. Las moles que tenía frente a sus ojos tampoco llevaban a miles de pasajeros sentados en el techo. Antes bien, descubrió que en la parte superior de aquellas móviles moles de acero había toda una enmarañada red de cables de alta tensión.

__ ¿Son eléctricas esas locomotoras?, preguntó en voz alta el viajero a un empleado, una especie de supervisor, que momentáneamente había descendido del interior.

__ Así es, asintió lacónicamente aquel hombre, mientras se componía con dorso de su mano el gorro de su uniforme.

__ Estas máquinas no parecen tener mucho uso. ¿No es así?, se escuchó preguntar de nuevo el viajero.

__ Esto recién ha sido modernizado, se escuchó responder al supervisor. Por extensión en kilómetros, la red ferroviaria de la India es la más cuarta más grande del mundo… respondió aquel hombre, mientras se subía rápidamente a uno de los vagones de aquel tren, que en ese preciso instante comenzaba a desperezarse suave y silenciosamente.

Mientras tanto, el bullicio continuaba en aquel sitio. Las pasarelas y los pasillos de abajo, en el andén, continuaban vomitando gente oriunda de todos los rincones del país. Entre maletas, cajas de cartón, animales amarrados, muebles de todo tipo y gente durmiendo o sentada en el piso, el viajero caminó de nuevo buscando la salida, mientras las pupilas de sus ojos se inundaban con imágenes de niños, muchos niños, miles de niños flaquitos, gorditos, muy morenitos, poco morenitos…todos con inmensos ojos negros y profundos, cuyo brillo y lucidez parecía taladrar todo lo que observaban a su alrededor. Un inmenso ejército de pequeñas criaturas… solas o acompañadas de sus padres, parientes, o quizá de sus patrones.

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