viernes, 21 de agosto de 2009

INDIA: EL MOVIMIENTO PERPETUO DE LAS MASAS (9,700 kilòmetros a travès de la tierra de Gandhi) - Parte I


NARRATIVA CORTA



"PUROS CUENTOS"




(I)





India: El alucinante movimiento perpetuo de las masas

Primera Parte

(9, 700 kilómetros a través del subcontinente de Gandhi)



(Dedicado a Mr. Pillai y su familia, en Nagpur)





Jung, el famoso psicoanalista suizo, llegó una vez a decir sobre la India; “desde tu primera visita sabrás si la amas o la odias”.

Aquella noche de septiembre, justo a las 12 en punto, al aterrizar el avión en el aeropuerto Indira Gandhi, en Nueva Delhi, empezó para mí una experiencia que a lo largo de 9,700 kilómetros por tren y autobús, haría al final de la jornada inclinarme por la primera opción, pese a los diversos momentos incómodos vividos en el itinerario, pero que a la hora del balance final pesaron poco.

Dada la característica sobresaliente de este país (la nación más poblada del planeta después de China), resulta inevitable para cualquier visitante extranjero el no sentirse aturdido por sus múltiples contrastes.

Enormes cantidades de gente de todas las edades y en todas condiciones (a pie, en bicicleta, en rickshaw, en moto, en carro, taxi y autobús), entrecruzándose por todos lados, a toda hora y por todos los rincones del país. Calles, pueblos, estaciones de tren y de bus, lugares tan diversos atestados de decenas de miles de personas que no cesan de andar de un sitio a otro por toda la geografía del país.

Tres eran los propósitos específicos que me llevaban a visitar por vez primera aquel subcontinente: completar información para una investigación sobre budismo; visitar universidades y ONGs para conocer programas locales y regionales de combate a la pobreza; y el tercero, escalar la primera fase de ascenso al Everest, hasta el punto conocido como “Campo Base”.

Estos objetivos hicieron introducirme en un acelerado itinerario que me llevó a los cuatro puntos cardinales del país (Nueva Delhi y Dharamsala en el Norte; Nagpur en el centro; Madrás y Puthapartti en el Sur; Varanasi o Benarés en el Nor-Este; y Katmandú y Nagarkoot, al norte de la frontera india de Sonauli, ya en Nepal).

Así fue como “descubrí” Dharamsala, pequeño y excepcional pueblo habitado mayormente por refugiados tibetanos y su líder, el Dalai Lama. Pese a la extrema pobreza del pueblecito, me parece que es uno de los pocos lugares de la India donde la pulcritud de sus calles y casas (y la higiene y presentación personal de sus habitantes), resulta verdaderamente contrastante con lo que puede verse en el resto del país. Sus telas típicas, artesanías, la fisonomía y actitudes de su gente, y los alrededores montañosos que bordean el pueblo, reflejan un asombroso parecido con el altiplano guatemalteco.

Memorable fue también haberme encontrado con el decano de la facultad de filosofía de la Universidad de Benares, un indú algo viejo que me dejó perplejo al hablarme con detalles acerca del Popol Vuh, y sus enormes paralelismos con la ancestral filosofía de los antiguos Vedas.

Otro lugar, esta vez en dirección al sur, Puthapartti, a más de 2,500 kilómetros de distancia de Nueva Delhi (situado entre Bombay y Madrás), alberga a “Prasanti Nilayam”, un ashram o monasterio que abarca una extensa área con edificios de apartamentos, un supermercado, enormes comedores con comidas de todo el mundo, una universidad para estudiantes pobres que cobra 0 centavos, un gigantesco hospital ultra-moderno para enfermos de escasos recursos, y un área especial donde construyeron un aeropuerto para los visitantes extranjeros que llegan en avión privado en busca de su gurú o guía espiritual.

Sin lugar a dudas, la convivencia durante una semana entera con Mr. Pillai y su familia, en Nagpur (justo en el centro geográfico de la India), fue una de mis mejores experiencias en muchos sentidos. En su hogar, cada día era especial, pues con muy buen ánimo preparaban una comida típica regional en honor a su visitante.

Al final de esta brevísima semana, cuando el bus en el que me alejaba de la ciudad comenzó su marcha, pude ver a Mr. Pillai corriendo detrás del vehículo. Llevaba un periódico doblado debajo del brazo. Haciendo señas con un dedo me indicó que leyera aquel diario, y a continuación me lo lanzó por la ventana.

Si mal no recuerdo, se trataba de un ejemplar del Indian Times (o The Hindustan Times creo), de aquel mismo día sábado. Al hojearlo me encontré una nota donde se hablaba de la visita de un tal centroamericano a la ciudad de Nagpur, y de la firma de un documento de constitución de una asociación cultural indu-centroamericana.

Mr. Pillai (quien en su juventud había sido amigo y colaborador personal de Indira Gandhi), había cumplido su promesa de días atrás, cuando casi a la fuerza me llevó a visitar a sus amigos de la redacción del diario citado. En Guatemala, mientras tanto, por aquellos días la gente anda alborotada por algo relevante que iba a suceder a fines de diciembre de ese año de 1996.

Justo 24 horas después de mi partida de la India, el mismo avión que tendría que haber abordado pero un cambio inesperado de fechas me lo impidió, chocó de frente mientras despegaba con otro que estaba aterrizando. Los muertos se contaron por centenares. Para mí, la suerte, el destino (o el capricho de la agencia de viajes), me hizo inclinarme por la mejor opción entre las planteadas por Jung respecto a este gran país.


Sergio Barrios E.



(Narrativa personal publicada por vez primera en la Separata “Op. cit.”, de la Revista Este País (Guatemala), en el verano del 2007).