viernes, 25 de febrero de 2011

NARRATIVA Y CUENTO CORTO: SERIE PUROS CUENTOS: NUEVE MIL SETECIENTOS KILOMETROS A TRAVES DE LA INDIA: Cap. XVII: GANGES




Kultur-Tulum:


NARRATIVA Y CUENTO CORTO:


De la Serie Puros Cuentos: “9, 760 Kilómetros a través de la India”.



Parte XVII: “GANGES”

Una de las primeras cosas que hizo el viajero al nomás llegar a Varanasi, fue adentrarse por las estrechas, sinuosas e interminables callejuelas de la ciudad, formadas por una abigarrada multitud de vetustos edificios, en cuyas oscuras y míseras entrañas sus desorbitados ojos observaban a numerosas familias apiñadas en el suelo, trabajando codo a codo mujeres, niñas, niños y ancianos. Todos ellos ocupados en las hilanderas artesanales. “Estas escenas de trabajo infantil parecen sacadas de la edad media europea”, pensaba el viajero para sí, mientras caminaba sudoroso cargando su pesada mochila.

__ ¿Ganges?, ¿Ganges?, dijo aquél hombre a un púber que se le atravesó en el camino, haciéndole señas con las manos para indicarle que buscaba el famoso río sagrado.

__ Yes mister, is over there, contestó de inmediato el muchacho, señalando con su dedo índice hacia el final de un transitado callejón.

__ Thank you, dijo el viajero, en muestra de agradecimiento, siguiendo de inmediato su camino.

__ ¿Where you come from?, preguntó el muchacho, antes de que su interlocutor se alejara de él.

__ I am from America, from Central America, contestó el apresurado turista.

__Ah, entonces usted habla español ¿verdad?, se escuchó decir al joven con apariencia aún infantil.

Así es, pero ¡Caramba!, ¿es acaso que tú sabes hablar español?, preguntó el viajero, muy intrigado.

__ Un poquito señor, un poquito, contestó tímidamente el muchacho.

A partir de ese momento aquél niño y el viajero se hicieron amigos, y mientras caminaban juntos hacia “Brindhabam”, la entrada más cercana que conducía hacia la orilla más próxima del Ganges, charlaban amenamente, como si tuviesen años de conocerse.

Al llegar al final del callejón subieron rápidamente por unas escalares, las cuales los condujeron hacia un enorme boquete situado en mitad de un inmenso muro, y al atravesarlo de inmediato los ojos del turista se vieron sorpresivamente inundados por un extenso y apabullante panorama. Tuvo entonces frente a él una inmensa serpiente, cuyas aguas en el en el primer instante le recordaron el chocolate, por su turbio color.

Aquel inmenso río estaba acompañado en una de sus orillas, del lado adyacente a la ciudad, por numerosos peregrinos tan viajeros como él mismo, provenientes la mayoría de ellos de muy lejanos rincones de la India. Vio entonces como mientras unos se bañaban en las orillas del afluente, otros sencillamente permanecían sentados en la ribera, entonando cánticos místicos, formados en pequeños grupos y en actitud reflexiva.

__Espéreme aquí un momento, ya vuelvo, dijo el muchacho, haciéndole señas al turista para que se sentará en las gradas de concreto que estaban muy cerca de las márgenes del río.

De manera casi automática y sin pensar mucho, el viajero colocó su mochila en el suelo y se sentó a descansar, esperando el regreso de su amiguito. Mientras tanto, aquél espectáculo arrobador le hacía contener la respiración. Alzó su vista hacia el horizonte para ver el sitio del cual venía el río y donde éste terminaba, pero fue inútil. Excepto el color del agua, le pareció que estaba frente a un enorme brazo marítimo, extenso, profundo, infinito, insondable.

Sólo pudo constatar que en una de las riberas se encontraba de manera paralela una larga fila de muros, casas y edificios, mientras que en la otra orilla no había más que selva y vegetación tupida: un frondoso y extenso bosque que con su inhóspito manto verde se perdía en el lejano horizonte.

__Señor, señor, le presento a mi “holy man”, escuchó de pronto el viajero, sacándolo de su estado contemplativo.

Era la voz aguda del muchacho que a sus espaldas se aproximaba hacia él, acompañado por un anciano.

__ Mucho gusto, se escuchó decir de inmediato al viajero, mientras se ponía de pie para saludar al viejo que acompañaba al muchacho.

__ Hola, el gusto es mío, dijo el anciano, cuya tímida sonrisa apenas se notaba tras una tupida barba y largo bigote entrecano.

__ Ahora comprendo porque su pequeño discípulo habla español, respondió el viajero, asombrado por escuchar de nuevo a un segundo hindú hablar en castellano.

__ Siéntese, respondió el anciano, haciendo un gesto amable con las manos.

El viajero se sentó de nuevo, observando con disimulo el desnudo torso de aquel anciano, cuyo abundante sudor hacía resplandecer el color bronceado de su piel. Mientras tanto, el niño siguió el ejemplo del turista y se sentó a la par de él, al tiempo que el viejo procedía a deshacer con una veloz destreza los nudos de su larga cabellera, que al quedar completamente suelta caía hasta el piso, cubriendo varias gradas.

__ ¡Vaya, jamás había visto una cabellera tan larga!, exclamó el viajero.

__ Son apenas tres metros y medio… Esto no es nada, usted todavía no ha visto otras…respondió el viejo.

__ ¿Qué hará usted con ella?, preguntó el asombrado turista.

__Voy a lavarla…lo hago aquí mismo cada tres años, respondió el anciano en tono sereno y pausado, mientras se sentaba a la par del muchacho.

__ Mi “holy man” puede leerle la mano, dijo el niño, dirigiéndose al viajero.

__El turista únicamente se limitó a mirar al muchacho, mientras en silencio se secaba el sudor de la frente con el dorso de la mano.

__No, yo no soy un charlatán más, dijo de inmediato el viejo, sin perder la compostura.

__Yo no he dicho nada, contestó rápidamente el viajero, sorprendido por la perspicacia de aquel hombre.

__Cierto, no lo dijo pero lo pensó en este instante, respondió el anciano.

__Vaya, veo que usted no solamente lee la mano… dijo el asombrado turista.

__ ¿Qué lo trae a la India?, se escuchó preguntar al anciano.

__Nada específico, pura curiosidad nada más…respondió el viajero.

__Mucha gente viene acá en busca de alguien que les ayude a conocerse a sí mismos, dijo el viejo.

__Quizás, pero no es mi caso. Yo he empleado por muchos años el psicoanálisis, y eso me ha dado muy buenos resultados, respondió el viajero.

__Pensé que usted era otro más de esos que andan por acá en busca del auto-control, se escuchó decir al anciano.

__No, no, que va, yo hace mucho pase por esa etapa…mi autodominio es muy bue…

En ese preciso instante el viajero interrumpió abruptamente su alocución, levantándose violenta y agitadamente de su asiento, al sentir que su cabeza chorreaba con el agua que un mendicante desconocido le había escurrido por detrás.

__ de nas bdag nyid don byas pa bzhin du yid… se escuchó decir en tibetano a aquél pordiosero, mientras sostenía en una de sus manos una vara con una mugrosa y húmeda gasa pegada en uno de los extremos.

__!Nei, nei, nei!, ¡estupid man!, se escuchó gritar con enojo al viajero, mientras se sacudía el pelo con un gesto de asco reflejado en el rostro.

__Es agua del Ganges, no debería usted reaccionar así, dijo con voz serena el viejo.

__Sí, lo sé…podrá ser muy sagrada para ustedes, pero es agua del río más contaminado del mundo….según lo dice Naciones Unidas…no lo digo yo, respondió el enfurecido turista.

__Está bien, está bien, siéntese y cálmese por favor, no es para tanto... ¿Qué es lo que usted me decía que había logrado con su famoso psicoanálisis?, preguntó el anciano, mientras una disimulada y burlona sonrisa se le dibujaba debajo de su abundante barba.



Fin.

Sergio Barrios E.
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